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NO ES UN BLOG


Cuando Carlos y Julio me propusieron inaugurar este blog pensé que sería una buena oportunidad para hablar del mundo blog y la comunicación digital, temas además pertinentes para algunos proyectos próximos que tengo entre manos en mi faceta como blogger de arte contemporáneo. Sin embargo rápido descarté la idea por lo absurdo de comenzar a justificar la razón de ser de este blog, o de cualquier otro. Además, si PKMÑ se presenta como un espacio no convencional, entonces su blog tampoco debía entenderse como tal. Y si en su manifiesto afirman rotundos y posmodernistas que «el teatro no existe», entonces yo no seré menos y por tanto esto no es blog.

Si se me permite, tomo prestada esta negación del título del blog de Aitziber Urtasun, responsable del departamento de Didáctica del Museo Oteiza. Así lo hago no solo por el respeto y admiración que tengo hacia su trabajo, al que recomiendo una aproximación por su gran compromiso hacia la creación contemporánea desde el entendimiento y la interacción, sino por lo oportuno de la expresión empleada. Que algo no sea lo que en apariencia creemos que sin duda es, forma parte del juego de confusiones al que nos somete el artista desde los más variados soportes y lenguajes. Si pensamos en el arte como comunicación, entonces debemos aceptar el malentendido como parte inevitable de esta comunicación.

Desde los object trouvé de Marcel Duchamp hasta ahora intentamos mirar más allá de lo que la propia obra de arte nos indica que miremos. El artista dispone un malentendido y nosotros, espectadores, lo interpretamos. Es inevitable pensar en el mayor de ellos, el del surrealista belga René Magritte y su serie La trahison des images (1928-1929) de la que todos conocemos la más célebre, Ceci n'est pas une pipe. Porque en realidad nada de lo que vemos es lo que vemos, sino la representación de lo que se nos describe. Magritte cuenta que si hubiera escrito en el cuadro «esto es una pipa» habría mentido. ¿Acaso no es una genialidad? Perturbadora, pero genialidad al fin y al cabo. El complejo sistema visual que ha predominado en la cultura occidental desde el Renacimiento ha sido la gran mentira que, mediante la destreza en la composición y la perspectiva, nos ha hecho creer que lo que veíamos era la continuidad de nuestro espacio. El siglo XX desmonta la perspectiva y problematiza en la representación, gracias en parte al juego propuesto por los surrealistas y al desarrollo del arte conceptual. En One and Three Chairs (1965) Joseph Kosuth realiza una pieza que consiste en una silla, la fotografía de una silla y su definición. En definitiva tres maneras de aproximarnos a la realidad: mediante el código objetual, el visual y el verbal. Sin embargo ninguna de las tres es en realidad una silla, ni siquiera el objeto, ante la imposibilidad de poder usarla como tal, menos aún su representación y su definición, aunque una pueda llegar a sustituir a las otras. Lo que hace Kosuth es problematizar sobre la semántica del arte tras la revolución iniciada en los ready-mades del ajedrecista y no artista Duchamp. Pues si hay alguien experto en malentendidos, ese es Duchamp.

Lo que propongo con estos ejemplos es un acercamiento al arte contemporáneo aceptando la ruptura con la literalidad de los objetos y la subversión del engaño visual. Lo radical se encuentra en aquello que nos desconcierta, nos incomoda y nos plantea preguntas. El arte funciona como un espejo devolviéndonos la mirada de aquello que somos, aunque a veces nos perturbe tanto que no nos reconozcamos. Si no entendemos –o no queremos entender- el arte contemporáneo es porque todavía no hemos roto con la mirada hegemónica que ha prevalecido durante siglos, lo que en historia del arte llamamos la ventana albertiana, es decir la continuidad de nuestro espacio mediante la ilusión de la representación. Solo ausentándonos de nuestro espacio de confort en el tiempo que visitamos una exposición o una representación de artes en vivo, accederemos a vivir la creatividad contemporánea plenamente y con libertad, sin necesidad de plantearnos si esto es o no es arte. Pues como dice Gombrich «no existe, realmente, el arte; tan solo hay artistas».

Por tanto, ni el teatro, ni el arte existen, ni esto es un blog; y yo, por supuesto, no estoy escribiendo sobre este malentendido –y si me preguntan por ahí juraré no haberlo hecho.

Recomendación musical, Patti Smith, Babelogue, 1978

Imagen Joseph Kosuth, One and Three Chairs (Una y tres sillas), 1965. Museo Reina Sofía.


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